miércoles, 14 de octubre de 2015

El uniforme escolar a debate


Me disponía a pulsar el botón del ascensor cuando una niña entró. Llevaba un traje particular, distintivo. Era el uniforme de su colegio. Yo nunca he llevado uniforme y las preguntas acudieron a mi mente. ¿Estará de acuerdo con su uso? ¿Se sentirá, en cierto modo, reprimida a nivel expresivo?

Durante la educación primaria el uniforme resulta la salvación para muchos padres y madres. Debido a que sus hijos deben llevar cada día tal indumentaria, no necesitan pararse a pensar en los conjuntos. Con el paso a secundaria, esta responsabilidad llega a manos del propio alumno, quien en ocasiones apoya la implantación del uniforme con tal de poder dormir cinco minutos más. Además de ahorrar tiempo, el uso de este atuendo puede evitar el acoso escolar propiciado por la apariencia de cada individuo. Esto cobra especial importancia en los últimos años del colegio y los primeros de instituto, ya que muchos sujetos crean pequeños grupos jerarquizados según las marcas de ropa que se usan.

Por otro lado, este pequeño gesto cotidiano de determinar qué ropa usar puede servirnos como entrenamiento para la vida en general. Aunque esto parezca un detalle insignificante, es importante que nos acostumbremos a tomar decisiones, dado que no todo será tan sencillo y mecánico como ponernos el uniforme asignado. Asimismo, identifica y encasilla al alumno en un determinado centro asociándolo con sus valores e ideales. A nivel expresivo, censura en gran medida la capacidad del alumno por mostrar su personalidad mediante la ropa que escoge. Esto impide, en cierta medida, el desarrollo individual y creativo de cada persona ya que se la está condicionando a usar un estilo determinado. Se debe tener en cuenta que los uniformes, en su mayoría, resultan sexistas, puesto que las chicas llevan falda y los niños pantalón. Este hecho marca diferencias entre géneros y crea estereotipos.

Si bien es cierto que el uso del uniforme presenta ciertas ventajas, los inconvenientes saltan a la vista. A los anteriormente citados puede añadirse el coste de dicho atavío y el hecho de tener que lavarlo a diario.

La diversidad es un fundamento básico y fundamental de nuestra actual sociedad que debemos preservar. El anular o reducir este aspecto junto con la personalidad propia y la capacidad de expresión me resulta extremadamente aterrador. ¿Qué pretendemos conseguir? Honestamente, no me agradaría en absoluto vivir en una sociedad monótona en la que todos estemos cortados por el mismo patrón.
                                                                              Laura Sepúlveda Martín (2º BTO. A)

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