El
colgante
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Todo
ocurrió una fría tarde de invierno. Me encontraba sola en casa, tumbada en el
sofá viendo la televisión. No había nada interesante que ver, por lo que me
eché una siesta. Tuve una pesadilla muy real: un hombre con cabeza de carnero
me perseguía por las calles de mi pueblo y yo no podía huir de él. Al final me
atrapaba y me susurraba unas palabras incomprensibles al oído mientras
depositaba en mi mano un colgante con un rubí en el centro. Me desperté muy
agitada y decidí salir a despejarme.
Mi
excursión se alargó un poco más de lo previsto y cuando me di cuenta, me había
perdido en el bosque cercano a mi casa. Di vueltas y vueltas, pero tenía la
sensación de que andaba en círculos. Empezó a anochecer y me puse muy
nerviosa. Corrí y corrí hasta que llegué a un extraño claro. En el
centro del claro había una especie de mesa hecha con piedras y alrededor de
ella había un círculo con rocas con extraños símbolos grabados en ellas. Pensé
que sería una buena idea quedarme allí a dormir, mejor que pasar la noche entre
la espesura del bosque. Me tumbé en la mesa y me dormí. Volví a tener ese
extraño sueño, pero esta vez, entendí a la perfección lo que me quería decir
aquel extraño ser: ‘Eres la elegida’.
Me
desperté extrañamente tranquila. Entonces lo noté, tenía algo en la mano. ¡Era
el colgante de mis sueños! Me asusté y lo intenté tirar al suelo, pero una
extraña fuerza me lo impedía. Me lo coloqué alrededor de mi cuello y noté una
fuerte quemazón justo donde me rozaba el rubí. Al apartar el collar vi que me
había dejado una quemadura con forma de estrella invertida. Debía regresar a
casa y destruir ese maldito collar. Extrañamente, salí del bosque muy
rápidamente, como si me supiera el camino. Mis padres casi se echan a llorar
cuando me vieron llegar, estaban muy preocupados por mí. Yo les expliqué mi
‘excursión’, pero omití los detalles de mi sueño y la aparición del colgante.
Al
día siguiente me desperté con un fuerte dolor de cabeza y con fiebre. Mi madre
insistió en llevarme al médico y fuimos después de desayunar. Después de
esperar una interminable hora en la sala de espera, pudimos pasar. Cuando me
quité el abrigo, el colgante quedó al descubierto y mi madre me preguntó que de
dónde lo había sacado y yo le dije que me lo había encontrado tirado por la
calle. El médico tenía que ver si respiraba con normalidad, por lo que me tuve
que quitar la camiseta. Entonces lo vieron. La marca estaba al rojo vivo,
parecía que tenía luz propia. Mi madre se puso a chillar, el médico
se quedó blanco como la cal. Yo me asusté, no sabía lo que esa marca implicaba.
Mi madre trató de quitarme el colgante pero se quemó los dedos en el intento.
El médico hizo sentar a mi madre mientras le vendaba los dedos y le explicaba
algo que no logré escuchar mientras me miraban fijamente. Después de un rato
incómodo, se acercaron a mí y el médico me explico con calma que lo que tenía
en el pecho era una marca del diablo y que el collar que había encontrado era
un colgante maldito que no me lo podría quitar jamás, hasta que el demonio de
mis sueños viniera a por mí. Mi madre me pidió que por favor les explicara todo
lo que había ocurrido la tarde en la que me perdí. Cuando acabé mi relato, mi
madre estaba más agitada que antes y me agarró por un brazo para sacarme de la
consulta lo antes posible. Al llegar a casa, me lo contó todo: ella también
tenía ese símbolo, otras personas del pueblo también lo tenían. Tener esa marca
en el pecho significaba que el diablo te había escogido como servidora para
toda la eternidad. Si no cumplías sus órdenes, te arrastraba al infierno con
él. Yo no quería servirle, me daban igual las consecuencias, aunque a mi madre
le dije lo contrario.
A medianoche alguien me sacó de casa en el más
absoluto silencio. Cuando salimos a la calle, el desconocido me tiró una capa.
Sin preguntar me la coloqué y la persona oculta bajo la capucha reveló su
identidad. ¡Era mi madre! Caminamos durante un largo rato hasta llegar al claro
donde recibí la marca. Mi madre sacó de una bolsa un montón de plantas y
ungüentos extraños y los dispuso en orden. Después me indicó que me tumbara en
la mesa central y así lo hice. Mientras, ella empezó a untar todas las rocas
con esas sustancias y empezó a susurrar unas palabras incomprensibles. Poco a
poco, las piedras empezaron a brillar y a ponerse de un color rojo
incandescente. La mesa donde me encontraba tumbada empezó a aumentar su
temperatura y pasó de un agradable calorcillo a un bochorno sofocante. Empecé a
chillarle a mi madre que parara, que me estaba quemando, pero ella parecía no
escucharme. El espacio que había entre el círculo de piedras y yo empezó a
desaparecer y los cánticos de mi madre se hicieron más estridentes. Ante mí
surgió una figura muy familiar: ¡el hombre con cabeza de carnero de mis sueños!
El demonio se acercó a mi madre y empezaron a hablar entre ellos:
-Has
hecho bien, Marie.
-Gracias
mi señor-dijo haciendo una reverencia-.Debía hacer lo correcto.
-Me
llevaré a la chica, tal y como pactamos.
-Sí,
mi señor.
Entonces
me di cuenta, ¡mi madre me había vendido al demonio!
-¡Mamá!
¡No puedes hacer esto!-Dije desesperada.
-Sí
puede, lo ha hecho-dijo el diablo riéndose-. Gracias a eso, tu madre es libre
de servirme.
Dicho
eso, una luz empezó a brillar en el pecho de mi madre, la marca había
desaparecido. El diablo me agarró la mano y, como por arte de magia, la mesa en
la que me encontraba se empezó a hundir, arrastrándome hasta lo más profundo
del infierno.
Ahora,
me encuentro sometida a las torturas más dolorosas que una persona puede
imaginar. Cada día, me vuelvo más fuerte, más cruel y más despiadada. Porque
jamás perdonaré a mi madre por lo que me hizo, esperaré todo el tiempo que haga
falta hasta que pueda regresar al mundo de los vivos en forma de diablo y
entonces, podré cumplir mi venganza.
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