Me disponía a pulsar el botón del
ascensor cuando una niña entró. Llevaba un traje particular, distintivo. Era el
uniforme de su colegio. Yo nunca he llevado uniforme y las preguntas acudieron
a mi mente. ¿Estará de acuerdo con su uso? ¿Se sentirá, en cierto modo,
reprimida a nivel expresivo?
Durante la educación primaria el
uniforme resulta la salvación para muchos padres y madres. Debido a que sus
hijos deben llevar cada día tal indumentaria, no necesitan pararse a pensar en
los conjuntos. Con el paso a secundaria, esta responsabilidad llega a manos del
propio alumno, quien en ocasiones apoya la implantación del uniforme con tal de
poder dormir cinco minutos más. Además de ahorrar tiempo, el uso de este
atuendo puede evitar el acoso escolar propiciado por la apariencia de cada
individuo. Esto cobra especial importancia en los últimos años del colegio y
los primeros de instituto, ya que muchos sujetos crean pequeños grupos
jerarquizados según las marcas de ropa que se usan.
Por otro lado, este pequeño gesto
cotidiano de determinar qué ropa usar puede servirnos como entrenamiento para
la vida en general. Aunque esto parezca un detalle insignificante, es
importante que nos acostumbremos a tomar decisiones, dado que no todo será tan
sencillo y mecánico como ponernos el uniforme asignado. Asimismo, identifica y
encasilla al alumno en un determinado centro asociándolo con sus valores e
ideales. A nivel expresivo, censura en gran medida la capacidad del alumno por
mostrar su personalidad mediante la ropa que escoge. Esto impide, en cierta
medida, el desarrollo individual y creativo de cada persona ya que se la está
condicionando a usar un estilo determinado. Se debe tener en cuenta que los uniformes,
en su mayoría, resultan sexistas, puesto que las chicas llevan falda y los
niños pantalón. Este hecho marca diferencias entre géneros y crea estereotipos.
Si bien es cierto que el uso del
uniforme presenta ciertas ventajas, los inconvenientes saltan a la vista. A los
anteriormente citados puede añadirse el coste de dicho atavío y el hecho de
tener que lavarlo a diario.
La diversidad es un fundamento
básico y fundamental de nuestra actual sociedad que debemos preservar. El
anular o reducir este aspecto junto con la personalidad propia y la capacidad
de expresión me resulta extremadamente aterrador. ¿Qué pretendemos conseguir?
Honestamente, no me agradaría en absoluto vivir en una sociedad monótona en la
que todos estemos cortados por el mismo patrón.
Laura
Sepúlveda Martín (2º BTO. A)
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