ADIÓS MUNDO
Noto
como los primeros rayos de sol se cuelan por mi ventana y me golpean en la
cara, hago el amago para girarme con rapidez pero la debilidad de mi cuerpo no
me lo permite. Hace ya varias semanas que dejaron de someterme a las sesiones
de radioterapia; sin embargo, mi organismo se va debilitando poco a poco sin
que puedan hacer nada por impedirlo. Mi pálida tez, que siempre ha tenido una
tonalidad clara, ahora es totalmente blanca; y mis ojos, que habitualmente
lucían un alegre azul verdoso, en estos últimos días han ido decayendo y no
consigo abrirlos demasiado; del largo pelo negro y liso que tenía hace tres
años ya no queda nada, mi cabeza esta rapada para evitar la desagradable
sensación de ver como se caía a mechones; y de mi atlético cuerpo solo quedan
los huesos que casi alcanzan a traspasar mi delicada piel.
Observo
las paredes azules y beige que me rodean, las mismas que llevan rodeándome
desde los 16 años. Acaricio el denso colchón de hospital y abrazo la almohada
con las fuerzas que me quedan, mi confidente cuando sentía miedo y quería
llorar sola. Miro a mi compañera, Silvia, y me acuerdo de los meses que
llevamos compartiendo esta habitación, cuatro para ser exactos; al parecer ella
todavía puede luchar y le dan más esperanzas de las que a mi me han dado en
estos años; me da envidia, ella aún no ha perdido la esperanza de vivir; pero
ya no importa, cuando aceptas que no queda ninguna oportunidad lo único
importante es luchar el tiempo suficiente para despedirte de las personas que
han estado a tu lado en este largo camino y agradecérselo. Al otro lado está mi
madre, la persona que más ha sufrido este tiempo y la que más va a sufrir
con esto; preciosa, como siempre. Contemplo su cara y sonrío amargamente, la
mujer con la que he compartido mi infancia, mis tristezas, mis mejores sonrisas
y los mejores besos; me duele que mis últimos recuerdos de ella sean borrosos
ya que apenas puedo entornar los ojos. Y mi padre, que me ve llorar y se acerca
a mí, me besa la mejilla con delicadeza y me acaricia la cabeza con cuidado,
puedo notar el miedo en su respiración. Todos sabemos que las semanas de
esperanza que el doctor nos dio ya se han agotado y que estamos esperando lo
inevitable.
Miro
a mi padre a los ojos y seguidamente cambio mi vista a los ojos de mi madre. Sé
que sienten el miedo y la rabia que llevan con ellas mis lágrimas. Intento
incorporarme en la cama pero es inútil, me desvanezco sobre el colchón y gruño
de dolor. Mi madre llora, y mi padre se contiene mientras me ayuda a sentarme;
casi no soy capaz de mantener mi propia cabeza, nunca imaginé que con diecinueve
años pudiera estar al borde del abismo sin poder mantenerme ni tan
siquiera sentada.
Mi
madre me agarra la mano, es triste no sentir a penas su caricia, miro mi mano y
ella lo entiende, me da un beso en la mejilla y se mete conmigo en la cama.
Como cuando yo era pequeña y necesitaba que me leyera un cuento para poder
dormir; hoy, después de diez años, necesito su calor más que nunca. Me acurruca
entre sus brazos con cuidado y las lágrimas caen solas de mis ojos, no
necesitan ninguna fuerza para hacerlo. Mi madre besa mi rapada cabeza mientras
tiembla. Escucho su voz y eso me tranquiliza aunque sé que es una despedida. Me
susurra ``te quiero´´ cerca de mi oído y me dice que nunca olvidará
ninguno de los días de su vida que ha compartido conmigo. Mi padre me besa la
frente y saborea el tacto de mi piel aún cálida, de sus labios salen las
palabras como pueden y, después de un largo suspiro, entre lágrimas me dice:
``Siento que no vayas a disfrutar los mejores años de tu vida, siempre serás lo
mejor de mi vida y lo sabes hija, nunca vamos a olvidar esa preciosa cara mi
amor.´´
No
puedo ni tan si quiera hablar, mi garganta ya ha perdido toda fuerza y necesito
decirles algo antes de dejarles. Levanto mi mano y la muevo como si estuviera
escribiendo. Mi madre lo comprende y me da una libreta, mientras coloca el
bolígrafo de tinta azul en mi mano derecha. Con todas las fuerzas que me quedan
escribo:
``Ya
queda poco, muy poco. Es difícil dejaros porque habéis sido uno padres increíbles
y apuesto lo que sea a que también lo hubierais sido como abuelos. No pretendía
que estos tres años fueran así; luché por sobrevivir, y nadie mejor que
vosotros puede saberlo. Siento haberos alejado de nuestra familia y también
haberos aislado en este hospital durante tanto tiempo. Ha sido duro y triste
pero a partir de ahora disfrutar la vida como lo hubiera hecho yo, por favor.
Gracias por esta vida, gracias por todo lo que habéis hecho por mí durante
estos diecinueve años y por darme todo lo que me habéis dado. Solo queda deciros
adiós papá, adiós mamá. Continuar con vuestro día a día y dedicarme una sonrisa
cada vez que tengáis oportunidad. Os quiero como a nadie, nunca lo olvidéis.´´
Suelto
el bolígrafo y mi madre coge la nota, me mira para confirmar que la pude leer
ahora y afirmo débilmente con la cabeza, ya que mis fuerzas se han agotado casi
por completo. Observo a mis padres llorar mientras leen y cierro los ojos
rindiéndome a la vida. Mi madre me coge la mano y yo sonrío; siento sus labios
y los de mi padre en mi piel e intento gritarles que les quiero pero es inútil.
Todo acaba para mí. Escucho la voz de mi madre lejana decir ``mi vida, no nos
dejes por favor.´´ entre el llanto; y la de mi padre que dice ``te echaremos de
menos princesita.´´ Veo todo blanco, muy blanco y poco a poco todo se consume.
Pienso que mi vida ha sido corta y sencilla; ahora que me quedan pocos segundos
me doy cuenta de que la vida es caprichosa y hay que vivirla cada día
disfrutando de las risas y los buenos momentos, que no hay tiempo para lágrimas
y dolor. Todo se queda oscuro en mi mente y mis pensamientos se desvanecen.
Adiós mundo.